Estamos preparando una nueva colección sobre la salud y sus dimensiones

Allá por los setenta, Gigliola Cinquetti y el trio Los Panchos cantaban: «Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor…». En ese orden, hoy, casi cincuenta años después, una mayoría lo sigue suscribiendo. La salud es lo más deseable, parece un tópico, pero es un hecho constatable. Su falta o su pérdida requiere grandes ajustes en la vida de las personas. Son muchos los profesionales que intervienen para ayudar a la persona y a su familia a rehacerse, a reajustarse a la nueva realidad modificada por la presencia de la enfermedad. Siguiendo con la canción de «las tres cosas que hay en la vida…» en segundo lugar, quizás algunos prefieran el amor, otros se inclinarán por el dinero, pero en uno u otro caso, el refranero sabe mucho de eso y aquí nos interesa el primero: la salud.

La salud, en todas sus definiciones y culturas suele ser la principal prioridad de la población y tanto profesionales como ciudadanos, con más o menos acierto, velan, o deben velar, por ella. La buena salud admite muchas representaciones, pero se significa en un vivir satisfactorio, gozoso. La salud, en ningún caso es un hecho espontáneo, ni una tirada de dados, integra la genética, la cultura, la alimentación y el medio ambiente.

La otra cara de la salud son las posibilidades de cualquier sociedad de alcanzar los máximos umbrales de bienestar. Si bien la salud es un hecho individual, existe una dimensión colectiva, la salud pública. Las posibilidades de salud comunitaria las generan sobre todo los gobernantes con sus políticas y, por tanto, con los presupuestos destinados a salud.

En la Europa de la OCDE (2014), la media de inversión del PIB en gasto sanitario se situaba en el 9,3%, tres décimas menos que en 2006 que era 9,6%. España invirtió el 9,4% del PIB. Sin embargo, sería un error analizar solo el gasto sanitario como promotor de la salud. Si el gasto no va acompañado de la mejora de la salud de la población, la eficacia y eficiencia de las organizaciones sanitarias queda en entredicho. Puede ser sinónimo de mala gestión, de poca inversión en prevención. De hecho, es lo que ocurre el gasto en prevención es mínimo.

La salud como objetivo requiere de prácticas saludables como medio, como camino vital del día a día, pero también requiere evitar conductas insanas. Por ejemplo, si uno practica nudismo en plena nevada, no puede esperar otra cosa que un resfriado o una gripe. Si uno se alimenta solo de procesados, carnes rojas y fritos, el colesterol está a la vuelta de la esquina y hablar de colesterol es anunciar otras muchas dolencias. Etcétera.

Desde siempre la salud ha sido ese bien posibilitador sobre el cual se sostienen las sociedades, todas, y en ellas, las posibilidades de desarrollo de sus miembros con sus potencialidades. La salud es un derecho de todas las personas sea cual sea su situación y origen, no es un privilegio de unos pocos.

Los profesionales nos hemos formado y educado en estos valores y principios de igualdad, subsidiariedad, equidad y otros en la misma línea. Los Estados de bienestar modernos, sabedores de la necesidad promover la salud de sus miembros han articulado una serie de programas y recursos de apoyo temporal o indefinido en donde la interdisciplinariedad es otro valor.

Esta nueva colección se apoyará en todos los profesionales que de una u otra manera han hecho del campo de la salud el centro de gravedad de su ejercicio profesional. El entusiasmo por este nuevo proyecto está empezando a abonar los textos.

Dolors Colom Masfret. Barcelona, 20 de mayo de 2018

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